Necesitamos formas de oración que nos liberen de fijarnos en nuestros propios pensamientos y sentimientos conscientes y de identificarnos con ellos, como si nosotros fuéramos nuestro pensamiento. ¿Quiénes somos antes de tener nuestros pensamientos y sentimientos?
Si estamos llenos de nosotros mismos, no hay lugar para otro, y ciertamente no para Dios. Necesitamos una oración contemplativa, en la que simplemente dejemos ir nuestras necesidades de ego en constante cambio, para que Algo Eterno pueda hacerse cargo.
Esto no es simple. Debido a que hemos perdido el arte del desprendimiento, nos hemos identificado casi por completo con nuestro flujo de conciencia y nuestros sentimientos.
No estoy diciendo que debamos reprimir o negar nuestros sentimientos. No estoy desafiando a nombrarlos y observarlos, pero no a luchar directamente contra ellos, identificarnos con ellos o unirnos a ellos.
Podríamos preguntar: “¿Qué tiene que ver esto con Dios? Pensé que se suponía que la oración era hablar con Dios o buscar a Dios. Esto parece estar diciendo que “la oración se trata de quitarme del medio”. Eso es exactamente lo que estoy diciendo.
Para cualquiera como nosotros el desprendimiento suena como perder, pero en realidad se trata de acceder a un sentido más profundo y amplio del yo, que ya está completo, ya contento, ya lleno de vida abundante.
Esta es la parte de nosotros que siempre ha amado a Dios y siempre ha dicho “sí” a Dios. Es la parte de nosotros la que es amor, y todo lo que tenemos que hacer es dejarlo ir y caer en él.
Una vez que trasladamos nuestra identidad a ese nivel de profunda satisfacción interior y compasión, nos damos cuenta de que estamos recurriendo a una vida que es más grande que la nuestra y de una abundancia más profunda.
Dios ya está presente. El Espíritu de Dios mora dentro de nosotros. No podemos buscar lo que ya tenemos. No podemos convencer a Dios de que venga “a” nosotros con oraciones más largas y urgentes. Todo lo que podemos hacer es volvernos más tranquilos, más pequeños y menos llenos de nuestro propio yo y de nuestra constante ráfaga de ideas y sentimientos. Entonces Dios será obvio en el presente de las cosas, y en la simplicidad de las cosas. En resumen, nunca podemos llegar allí, solo podemos estar allí.
Adaptado de: Richard Rohr. A Spring within Us: A Book of Daily Meditations (Albuquerque, NM: CAC Publishing, 2016), 230-231.